«Tenemos un buen horizonte de esperanza». Con esta optimista frase empezó la exposición de José Luis Leal en el Desayuno-Debate «Perspectivas Económicas 2015». Según afirmó, el consenso general estima que el crecimiento económico sea este año de un 2% o, tal vez, algo superior.
Son varias las hipótesis que llevan a considerar este crecimiento, tales como la permanencia de la apreciación del dólar frente al euro, la recuperación moderada de la Eurozona, el mantenimiento de los precios del petróleo (en torno a los 50 euros por barril) y la reducción de impuestos.
Con todo esto, las previsiones para este año pasan por un aumento del consumo en torno al 3% y un crecimiento de la inversión por encima del 4%, pero con un componente distinto del que tuvo el año pasado (la inversión en bienes de equipo sería inferior al 10% y habría un pequeño despunte en inversión de la construcción).
Así, podría producirse una demanda interna entre el 2,5% y el 3%, con una aportación negativa del sector exterior y, aunque pueda parecer paradójico, un excedente por cuenta corriente del orden de 7 décimas del PIB. El sector público podría tener un déficit superior al pactado con Bruselas (en torno al 4,5% en lugar del 4,2%), mientras que en el sector exterior, las exportaciones deberían crecer algo más que el año pasado, pero menos que las importaciones.
¿Qué puede ocurrir para que no se cumplan estas previsiones? José Luis Leal clasifica los motivos en tres tipos: ilusiones, desvaríos y problemas. En cuanto a las ilusiones, cabe destacar la posible implantación de una política de rentas basada en un aumento de la demanda por la vía de un aumento de los salarios, o de una política expansiva por parte del sector público, exclusivamente motivada por un mayor gasto social.
Dentro del grupo de los desvaríos, se encuentra la instauración de las 35 horas laborales con igual salario, la renegociación de la deuda haciendo una auditoría previa para no devolver algunos de los gastos, la jubilación a los 65 años, la equiparación de las pensiones no contributivas con el salario mínimo garantizado o un fuerte aumento de este último.
Concluyó haciendo mención a problemas ya existentes como el del sector exterior, con una deuda neta española hacia el exterior del orden del 100% del PIB, y la competitividad, que ha mejorado en gran parte por la caída del empleo y no por el aumento de la productividad.
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