Ante el cambio digital y cultural que está experimentando el tejido empresarial, en el que ha evolucionado la relación con clientes, empleados y proveedores, se ha puesto de manifiesto la necesaria colaboración entre todas las partes, con la tecnología como principal aliada.
También debe existir un fuerte compromiso por parte de la dirección general, que debe cambiar su estilo de liderazgo para adaptarse a las necesidades de las nuevas generaciones (menos jerarquía y fomento de la colaboración y la autonomía).
Entre los obstáculos para este proceso de transformación, destacan la falta de implicación de la dirección, sin la que es imposible la implicación del resto de empleados; subestimar el esfuerzo necesario a nivel estratégico, humano, de costes y tiempos; la precipitación en el proceso; o desligar información y formación.
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