Tanto en Francia como en España existe un tapón generacional que impide a los jóvenes acceder a un trabajo digno y les aleja de las palancas de cambio, ya que son las personas de entre 50 y 60 años quienes se mantienen en puestos políticos, empresariales y culturales, según indicaron los ponentes.
Asimismo, a pesar de tratarse de la generación más formada de la historia y que peor lo está pasando, coincidieron en que no se trata de una generación perdida. Sería más bien una generación de sueños rotos que, a causa de la crisis económica, ha visto cómo su acceso al mercado laboral se dificultaba y, por ende, su independencia económica y vital.
Las consecuencias son varias. Entre las sociales, cabe destacar que los jóvenes tienen más difícil formar su propio núcleo familiar y tener hijos, lo que a la larga provocará que no haya cotizantes ni relevo generacional, con la consiguiente insostenibilidad de las pensiones. Por todo ello, es importante invertir en la juventud, ya que se está invirtiendo en el futuro.
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