La brecha de rendimiento escolar existente tanto en Francia como en España pone de manifiesto las carencias de los sistemas educativos de ambos países, así como la necesidad de acometer reformas que favorezcan una mayor igualdad entre el alumnado.
Refiriéndose a Francia, Delahaye afirmó que su sistema educativo no se diseñó para que aprobaran todos los alumnos, sino para seleccionar a los mejores y que, además, históricamente se ha realizado una mala distribución del presupuesto, en la que se ha invertido menos en educación primaria a favor del bachillerato.
En lo referente a España, Marina aseguró que para conseguir un sistema educativo de alto rendimiento en un periodo de cinco años, se debería dedicar el 5% del PIB y cumplir cinco objetivos educativos: rebajar la tasa de fracaso escolar al 10%, estrechar la diferencia entre buenos y malos alumnos, dedicar mayor atención a los estudiantes con necesidades educativas especiales, subir 35 puntos en PISA y cambiar los currículos para introducir las competencias del siglo XXI.
En cualquier caso, ambos ponentes coincidieron en destacar la procedencia socioeconómica como el factor más influyente en el fracaso de los alumnos. Por ello, no sólo hay que mejorar el sistema educativo, sino también aplicar medidas que mejoren esta situación, tales como aumentar las becas o destinar a los mejores profesores a los centros más conflictivos.
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